Hay una nueva realidad creciente que nos compete. Frente a la consulta clínica diaria se observa el
incremento de la demanda por problemáticas supuestamente infantiles, son nuevos
sufrimientos de nuestros hijos, con consecuencias negativas y que requieren que
podamos todos actuar de forma inmediata.
Algunas estadística señalan que de 5 niños 1 tiene problemas de
salud psicoemocional, y que eso muestra el incremento de que casi la mitad de
los niños llegan a ser catalogados por problemas de conductas o de
hiperactividad o déficit de atención. Lo cual lleva a desembocar en la
creciente demanda de adolescente con problemas de comportamiento, adicciones,
autoestima y depresión entre otras varias cosas.
Las
causantes que desarrollan y forman estas problemáticas se encuentran en el
medio ambiente y en los estilos parentales e intrafamiliares que están
desviando las relaciones, vínculos y comunicación emocional.
Hagamos
una mirada a lo que estamos viviendo y generando:
-Si observamos
se incrementa la ausencia de figuras emocionalmente estables, paternas y
consolidadas.
- En los
grupos familiares hay ausencia de la puesta de límites y de los deberes y
responsabilidades de los niños, ausencia de disciplinas y consolidación de
espacios permisivos que generan vacíos, inseguridad y falta de protección.
- Las actividades
de los adultos colaboran a una vida para el niño con rutinas extensas, con
problemas en sus rutinas, en su alimentación y déficit de sueño. A lo cual se
le suma falta de ejercicio físico y disfrute al aire libre.
- Los
espacios recreativos y de la puesta en marcha de nuestra creatividad son
reducidos por nuestras tareas, actividades y compromisos, donde el niño siente
y sostiene la frustración y la ansiedad lo invade.
- Hemos
eliminado para ellos las oportunidades de aburrimiento, de que creen por sus
propios medios tareas para hacer y eso hace a que todo tenga que estar pronto,
listo a su manera y con la electrónica a su alcance.
Entonces si
pensamos en la vida donde tenemos padres ocupados, estresados o ausentes física
o emocionalmente, adultos permisivos en donde el niño es el que “gobierna el
mundo”. Les hacemos creer que pueden todo, que son los mejores, inflamos su
autoestima en vez de hacerlos responsables y capaces. No ponemos límite, permitimos
una mala alimentación y estilo sedentario a lo cual le sumamos las horas de
juegos tecnológico y la satisfacción de caprichos inmediatos…..
Entonces
yo me pregunto, ¿En el niño que tiene un déficit de atención, que tiene
hiperactividad, que es inquieto?....
Si
queremos una generación de hijos felices, exitosos y saludables, necesitamos
volver a pensar nuestros ritmos de vida, lo que hemos como adultos delegado, lo
que nos frustra, nuestras infelicidades para no ser un puente de estos
sentimiento para nuestros niños.
Recuerden
que a veces resulta más fácil trasportar los malestares, depositar las
dolencias que vernos vulnerables y frágiles.
Lic. Daniela Muñiz
Psicóloga clínica
098592791