Se ha
vuelto muy común escuchar el diagnóstico de ataque de pánico o fobias, me
parece importante dejar algunas ideas sobre el tema que nos permitan, pensar e
intercambiar.
Quien sufre
de pánico se asombra y no encuentra razones para su malestar y para comprender
lo que le está sucediendo, esto hace que la persona se concentre en hablar de
sus síntomas, de aquello que siente a nivel físico, que lo paraliza, lo aterra
y se coloca en una búsqueda casi desesperada de lo que logre hacer desaparecer
el estado de cosas que siente.
Los ataques
de pánico son transtornos agudos de estados de ansiedad, angustia y culpa,
limitantes. Que llevan a la evitación de todo aquello que pueda volver a
generar dicha sintomatología que lejos esta de lo externo, y que la persona se
siente con muy pocas herramientas para lograr una salida de su estado.
Estos
episodios hacen que el individuo deba buscar ayuda, generalmente comenzando a
nivel médico y suele haber una importante resistencia a explorar su mundo
interno, sumando un sentimiento de no poder enfrentar sus sentimientos.
Hablemos de la Ansiedad:
La angustia
es una señal sana del organismo porque es un recurso que pone en marcha el
aparato psíquico, es un fenómeno automático que se genera como expresión a una
percepción de peligro. Cuando estamos frente a un monto de angustia extrema es
porque se ha acumulado ansiedad. Esta sin posicionarse en una causante
identificada por el sujeto y será proporcional a la insatisfacción que siente
la persona. En ocasiones ésta angustia es desplazada a objetos externos porque
no es soportable y se aleja de ese conflicto originario, por lo cual confunde
cuando la persona sufre episodios de pánico desconociendo su origen y funcionamiento.
Este
desplazamiento actúa para que no se llegue a hacer consciente la idea original
y la tensión pretende resolverse al descargarse con otro motivo aparente, pero
la angustia real no desaparece con la acción, sino que la conducta genera una
frustración de los conflictos no resueltos y se acumula el malestar hasta que
la persona pueda identificar lo que sucede.
El tratamiento: sus inicios...
Lo primero
que necesitamos es tomar conciencia que estamos frente a una enfermedad y
aceptar que esto es más que un período de aparición de síntomas. Es un sistema
en el cual el cuerpo y los sentimientos están interrelacionamos de tal forma
que el sufrimiento corporal se vincula con la ansiedad y la angustia por la que
se está pasando.
No se es conciente
del monto de dolor interno, por lo cual es necesaria su descarga en la búsqueda
del desvío de parte de este sufrimiento.
Es el
tratamiento, el momento de hacerse cargo de ésto, conocer las angustias, hacer
un recorrido para establecer cómo se han formado y encontrar una forma que sea
sana para manejar las experiencias de dolor, frustración, intolerancia,
desvalorización, etc.
Demos por
comenzado el proceso de tratamiento manteniendo la individuación del sujeto que
llega a consulta, es decir, sin identificar al enfermo por medio de sus
síntomas físicos, sino siendo estos una manifestación que nos ayuda a pensar
sobre qué cosas abocar nuestra tarea, para llegar al verdadero problema que
siendo desplazado se ha convertido en malestar significativo.
A que nos enfrentamos en los
Ataques de Pánico:
Estamos frente a un sistema muy bien
diseñado por el organismo que genera por medio de la manifestación y el
padecimiento de una sintomatología orgánica, la descarga de monto emocional de
alta cuantificación insoportable para la persona y además inconsciente, es una
huída del verdadero peligro que nos desvía del problema y que como toda
enfermedad tiene su lado bueno en tanto descarga parte del monto de angustia de
la persona para que el organismo en general, pueda continuar.
Frente a esta situación toda las ganas
de la persona están colocadas a hacer desaparecer o no generar los síntomas,
evitando situaciones, lugares, cosas etc, generando un circulo vicioso de mayor
monto de angustia, una vida limitada y frustrante que realimenta el
padecimiento sin lograr ver aún la problemática escondida detrás de esto.
Tratamiento:
Existen varios recursos, necesarios en
la mayoría de los casos para enfrentar en primer lugar la sintomatología y dar
paso a un proceso de análisis de la problemática. Nos referimos en primera
instancia a la medicación supeditada al trabajo con médico psiquiátra, de esta
manera la angustia de orden inmanejable será compensada. Colabora en el
sentimiento tan necesario para la persona de que puede tener nuevamente el
control de su vida, de esta manera, ser conciente de los cambios que su vida
requiere.
La puesta en marcha de tratamiento terapéutico
es fundamental para acompañar este procedimiento y para que la persona
construya junto a su terapeuta, un ámbito personal, de comprensión y escucha,
en el cual, se pueda manifestar con palabras la angustia que vive y hacerse el
protagonista de sus cambios, así el cuerpo dejará de ser paulatinamente la
herramienta por la cual se expresan los malestares tan significativos que son
insostenibles para el organismo.
En la terapia no es fácil abordar la
relación que está presente entre los síntomas corporales y las situaciones
particulares de la vida.
Veamos lo que sucede en nuestra forma
de sentir, todos los humanos recibimos sensaciones que son los estímulos que
provienen del mundo interior y exterior, cada uno de ellos genera un estado de
tensión según la valoración de ese estímulo, lo cual hace necesario que el
mismo sea descargado. No siempre estas descargas funcionan teniendo en cuenta
la diversidad que puede tener como afectación cada estímulo, entonces cuando
sucede el bloqueo de esta descarga, se genera una sensación interna de
ineficiencia.
Uno de los principales recursos que se
utiliza como defensa psíquica es la represión, por medio de la cual se bloquea
de manera inconsciente la tendencia a la acción, pero tengamos en cuenta que lo
reprimido no quedará sin actuar, sino que va a generar sustitutos y va a
desplazar la excitación a otras ideas que no estén bloqueadas, por lo que la
descarga será por vías totalmente inesperadas y sin vinculación alguna al
estímulo originario.
La evitación del encuentro con la
situación que genera fobia, hace que la persona se mantenga en un estado de alerta
continuo, haciendo que la descarga de esta carga emocional sea en la
transformación en angustia, provocando mayor inquietud. Los temores son
proyectados fuera de sí, este mecanismo inconsciente crea un exterior lleno de
peligros, frustrante y el cuerpo funciona de acuerdo a la percepción de ese
peligro.
Los síntomas que aparecen son; aceleración
del pulso y de la respiración, alteración del ritmo cardíaco, temblores,
sudoración, falta de aire, sensación de sofocación, mareos, dolores toráxicos,
nauseas y sensación de desvanecimiento y de muerte. Estos episodios generan tal
malestar que la persona tratará de evitar cualquier cosa o situación que pueda
volver a generarlas, haciendo de sus decisiones la propia trampa, ya que el
alejamiento, la evitación de lugares y personas y las decisiones que toma en
pos de cuidarse, generan un aumento progresivo en su malestar interior, en su
causal de angustia y hace crecer los ocasionantes de malestar que terminan en
la aparición de estos síntomas físicos.
La persona comienza a sentir que
pierde el control de sí mismo, tiene miedo de enloquecer o de morir, sin
comprender el origen de todo esto, así como también desconoce la intensidad de
los sentimientos de su interior.
Cuando la frustración y la angustia
que tiene la persona, no logran hacerse conscientes, se transforman en una gravamen
de estrés que necesita descargarse, por lo cual el cuerpo toma la función de
escenificar lo que ocurre en el interior y es desconocido para el sujeto.
Cuando nos planteamos un tratamiento
sabemos que al hacer consciente este proceso, la persona poco a poco será capáz
de comprenderse y sus síntomas irán decreciendo en intensidad y frecuencia en
un espacio de contención y análisis.
En el proceso de tratamiento hacemos
un recorrido personal, una revisión de las vivencias tempranas en la
particularidad de la historia de cada uno. Considerando que el camino es lento
y el lugar un espacio propio de conocimiento personal, donde es fundamental considerar
que los síntomas no serán lo que atacamos, sino la vida en general de la
persona, por lo cual, esa sintomatología puede no desaparecer de repente o
volver a ocurrir. La forma en la cual se pueda ampliar el conocimiento
personal, la tolerancia de la frustración y la dialéctica de la vida emocional,
nos hará modificar la reacción frente a la reaparición de los síntomas y
abocarnos a otras áreas de la persona para no dejar lugar a ellos. La
re-codificación de la historia personal nos afronta a una lucha intensa
imprescindible para enfrentar y compatibilizar con el mundo exterior, porque
cuando estemos convencidos que somos los protagonistas de nuestra historia y
que dirigimos nuestra vida, ella vuelve a nuestras manos.
Lic. Daniela Muñiz
Psicóloga
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